Nota de Pésame y de Homenaje de la TFP por el fallecimiento de Benedicto XVI

     En el último día de 2022, la Providencia Divina quiso llamar para la eternidad el Papa Emérito XVI, a los 95 años de edad, concluyendo su vida y el conturbado año con una marca indeleble.

     Sin la pretensión de trazar una síntesis biográfica –entre tantas otras más autorizadas ya existentes-, algunos aspectos de la larga prolífica trayectoria del Pontífice pueden ser aquí destacados sin desmerecer tantos otros, los cuales sería imposible describir en una nota necesariamente breve.

Nacido en 1927, en una pequeña ciudad alemana, Joseph Ratzinger recibió, a los 24 años, la ordenación sacerdotal en 1951 y aún muy joven se doctoró en Teología, alcanzando rápidamente gran proyección, tornándose años después, en uno de los más influyentes teólogos del Concilio Vaticano II.

En 1977 fue nombrado arzobispo de Munich y, luego en seguida, recibió el capelo cardenalicio. En 1981, fue nombrado Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, por el Papa Juan Pablo II, cargo que ejerció hasta 2005, año del fallecimiento de aquel Sumo Pontífice.

En ese mismo año fue electo Papa, adoptando el nombre de Benedicto XVI, ejerciendo el Pontificado Romano hasta su inesperada renuncia, en febrero de 2013.

     Su desempeño como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe lo hizo conocido por el gran cuidado con la manutención de la pureza doctrinaria en el seno de la Iglesia Católica, característica que conservó también en su pontificado.

Entre sus innumerables iniciativas al frente de aquella que es la más antigua de las Congregaciones romanas, hay que destacar el monumental Catecismo de la Iglesia Católica, cuya elaboración presidió.

Se trata de una obra que resume toda la Teología Dogmática y Moral, repleta de citaciones de las Sagradas Escrituras, de documentos conciliares y papales, bien como trechos de Padres de la Iglesia y de los grandes Doctores, como San Agustín y Santo Tomás de Aquino y de muchos otros santos y maestros de la espiritualidad, como Santa Teresita del Niño Jesús.

     Puesto en vigencia en 1992, por San Juan Pablo II, recibió después el Cardenal Ratzinger la función de presidir la redacción de una versión resumida, denominada Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, la cual fue aprobada y puesta en vigor, en junio de 2005, por él mismo, ya como Sumo Pontífice recién elegido.

     Este Compendio es una versión más accesible para el público en general, no obstante resume fielmente el contenido del Catecismo, retomando, la forma de exposición de la materia adoptada en los antiguos catecismos, por medio de preguntas y respuestas.

        Conocido por su discreción –la cual muchos confunden con timidez-, atrajo multitudes, algunas de ellas jamás vistas, en sus viajes, como Sumo Pontífice, hecho éste que ocurrió, por ejemplo, en su viaje a Brasil en el año 2007, lo mismo se verificaba en las audiencias papales y celebraciones litúrgicas.

Sea en su actuación como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, sea como Pontífice Romano, se empeñó en poner en práctica la pastoral de San Juan Pablo II relativa a los movimientos laicales, también conocidos como nuevos movimientos religiosos, señalándolos, ambos Pontífices, como instituciones con las cuales el Espíritu Santo enriquece la santidad de la Iglesia, con nuevas formas de espiritualidad y nuevos instrumentos para indicar los caminos al Pueblo de Dios.

Es lo que expresa San Juan Pablo II, por ocasión del IV Congreso Mundial de los movimientos eclesiales y de las nuevas comunidades en Roma, en 1998: “[Los movimientos laicales] son una respuesta providencial, suscitada por el Espíritu Santo para estos dramáticos desafíos actuales. Ustedes son esta respuesta providencial”.

Pensamiento éste que Benedicto XVI reitera, en el discurso a los Obispos en el encuentro en Rocca di Papa (2008): “Los movimientos eclesiales y las nuevas comunidades no son un problema o un riesgo más, que se suma a nuestras ya pesadas responsabilidades. ¡No! Son un don del Señor, una reserva preciosa para enriquecer con sus carismas toda la comunidad cristiana. Por eso no debe faltar una acogida confiada que les dé espacios y valorice su contribución en la vid de las Iglesias locales.”

     Finalmente, un aspecto del cual ciertamente aún la Historia se ocupará y tendrá que profundizar mucho es el de las relaciones de Benedicto XVI con la Virgen María y en especial, con las revelaciones hechas por Ella al mundo en Fátima.

En efecto, en el pontificado de Juan Pablo II, del cardenal Ratzinger tuvo el encargo único de divulgar la parte de las revelaciones de Fátima que aún era mantenida bajo sigilo, conocida como tercero secreto de Fátima.

En la interpretación equivocada de algunos, esa divulgación habría concluido la misión de las revelaciones de Nuestra Señora de Fátima. Sin embargo, el propio Benedicto XVI se encargó de esclarecer la cuestión refutando tales interpretaciones incompletas: “Se engañaría quien pensase que la misión profética de Fátima está concluida. (…) Puedan los siete años que nos separan del centenario de las Apariciones apresurar el anunciado triunfo del Corazón Inmaculado de María para gloria de la Santísima Trinidad” (Homilía de Benedicto XVI, 13/5/2010).

La inesperada renuncia con la cual Benedicto XVI puso término a su pontificado dio origen a una serie de eventos, por así decir inéditos, entre los cuales el que vivimos en el presente momento, cuando tenemos la insólita oportunidad de contemplar el fallecimiento de un Papa no reinante. ¿Qué otras sorpresas nos reservará el año que recién se inicia? Delante de tales perplejidades, son esclarecedoras estas palabras de nuestro Fundador, Profesor Plinio Corrêa de Oliveira, al final de su libro “Revolución y Contra-Revolución”:

     “Inciertos, como todos, sobre el día de mañana, elevamos la mirada en actitud de oración al trono excelso de María, Reina del Universo. Y al mismo tiempo, adaptadas a Ella, suben a nuestros labios las palabras del salmista dirigidas al Señor:

 “Levanto mis ojos a ti, que habitas en los cielos. Como los ojos de los siervos están fijos en las manos de sus señores, y los ojos de la esclava en las manos de su señora, así nuestros ojos están fijos en la Señora, Madre nuestra, hasta que Ella tenga misericordia de nosotros (Sal. 122, 1- 2).

     “Sí, dirigimos nuestra mirada a Nuestra Señora de Fátima, pidiéndole cuánto antes la contrición que nos obtenga los grandes perdones, la fuerza para trabar las grandes batallas, y la abnegación para ser desapegados en las grandes victorias que traerán consigo la implantación del Reino de Ella.

Estas victorias son las que deseamos con todo nuestro corazón, aunque, para alcanzarlas, la Iglesia y el género humano tengan que pasar por los castigos apocalípticos –pero cuán justos, regeneradores y misericordiosos– previstos por Ella en 1917 en Cova da Iria.

     “Estamos en las etapas supremas de una lucha, que llamaríamos a muerte si uno de los contendientes no fuera inmortal, entre la Iglesia y la Revolución. (…) La mediación universal y omnipotente de la Madre de Dios es el mayor motivo de esperanza de los contrarrevolucionarios. Y en Fátima ya les dio la certeza de la victoria, cuando anunció que, aun después de un eventual estallido del comunismo en el mundo entero, al final su Inmaculado Corazón triunfará”.

La TFP se une a todo el mundo católico en oración -e insta a los lectores a hacer lo mismo- por el alma de Benedicto XVI, así como por la Santa e Inmaculada Iglesia Católica, Apostólica y Romana.

Sociedad Uruguaya de Defensa de la Tradición, Familia y Propiedad – TFP

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