La solución para el mundo es seguir el mensaje de Fátima

     Que es mejor: ¿morir que ser rojo?, ¿o ser rojo y no morir? O sea, ¿es mejor entregarnos al comunismo y salvar nuestras vidas, evitando el bombardeo atómico?, o ¿es mejor que muramos y evitemos, de esta forma, ser comunistas?

     El futuro no comprenderá cómo es que los hombres contemporáneos no encontraron la verdadera salida a esta alternativa, pues, ahí está el mensaje de Fátima, en el cual Nuestra Señora dice: “Iglesia Católica, amada mía, ¡conviértete!”, si se puede decir eso de la Santa Iglesia. “Haz la consagración de Rusia, de acuerdo con lo que fue mandado. Conságrenme todos los Obispos en unión con el Papa en el mismo día, en una misma solemnidad. Comiencen los hombres a practicar la virtud cristiana, las buenas costumbres; a retroceder, por tanto, en las modas inmorales, las costumbres inmorales, las perversiones de toda orden en las cuales están hundidos. Y Yo convertiré a Rusia». Yo – dice Nuestra Señora -, «Yo me encargo de esta obra maravillosa. Yo haré reinar la paz en el foco de la guerra. Yo traeré a Rusia hacia la Santa Iglesia Católica Apostólica y Romana, que hace siglos ella abandonó. Y, en un mundo pacificado, ¡Reinaré con mi Corazón de Madre!”

     A estas alturas, la primera alternativa no es morir o ser comunista. La primera alternativa es obedecer el mensaje de Fátima o no. Pero, también, si Nuestra Señora aparece y habla al mundo, indica el camino, y el mundo rechaza este camino, ¿qué hay sino extraviarse? No importa el resto, las alternativas que se despliegan a partir de un rechazo no importan. Lo que importa es no rechazar, es seguir el mensaje de Fátima. La gran alternativa es: católico o no católico, buen católico o mal católico.

     Después de observar que los hombres cierran sus oídos a esa alternativa y siguen el camino que no es el de la salvación, ya no hablo de las almas, sino de las naciones de la Tierra, aunque el mundo no siga el mensaje de Fátima, Nuestra señora sigue siendo Madre del mundo.

     El hijo pródigo puede abandonar la casa paterna. El padre no abandona al hijo pródigo. Y la madre – si el padre no abandona – la madre, que representa, por así decir, la quintaesencia del cariño del padre, ¿la madre abandonaría al hijo? ¿Cómo sería posible esto? Luego, la Madre de todas las madres, la Madre de Misericordia, la Madre de Jesucristo, ¿abandonaría a los hijos que Jesucristo compró en la Cruz con su Sangre infinitamente preciosa? ¡Es completamente imposible!

 

por el Dr. Plinio Corrêa de Oliveira
Fuente: “Catolicismo” Nº 410, Febrero de 1985.