A finales de 1994, el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira, al comentar un artículo del Padre Jim Galluzzo en el periódico norteamericano The Wanderer, hizo esta impresionante declaración: «Estamos presenciando el inicio de un trabajo metódico dentro de la Iglesia y en los demás sectores de la sociedad, no solo para promover la tolerancia, sino para legitimar la homosexualidad, lo que terminara por satisfacer los deseos del Parlamento Europeo, de que las uniones entre personas del mismo sexo sean reconocidas como capaces de producir los mismos efectos legales del matrimonio».
Considerando las herejías más peligrosas, más llenas de odio y más profundamente disonantes de la doctrina católica, no se encontrará nada que choque más profundamente que esa legitimización de la homosexualidad. Ella está entrando, pero véase el modo en que penetra. No es un panfleto presentado por protestantes, sino por sacerdotes católicos. En el artículo hay una referencia a un documento de obispos de 1976, bien antiguo, que invita a una especie de mezcla entre homosexuales y no homosexuales.
Es un trabajo realizado de arriba hacia abajo por ciertas autoridades eclesiásticas, para hacernos olvidar la doctrina tradicional y dar a la práctica homosexual un derecho de ciudadanía en la Santa Iglesia de Dios. Habrá un momento determinado en que surgirá en la Iglesia Católica una manifestación de discordancia total con esa acción. Y entonces tendremos una división oficial dentro de la Iglesia.
Se podría objetar: «Pero si la gran mayoría de obispos estuviese de acuerdo con eso, no habría división». ¡No existe una gran mayoría para cambiar la doctrina católica! Es indiscutible, y está claramente en las Escrituras, en todos los documentos del Magisterio de la Iglesia y en los tratados de todos los moralistas, etc., que este es un pecado que grita al Cielo y clama a Dios por venganza. Resultado: no puede haber entendimiento. Punto final. Las fronteras están cerradas, los muros están levantados.
«Entonces habrá un choque interno dentro de la Iglesia, y ese choque interno producirá una de las mayores convulsiones de la Historia.»